Por algún lado hay que sangrar.
Lamento acarrear tanta porquería en lugares que no son vertederos, lamento no hacerme parte de la fotografía en sepia de todos los tiempos.
Lamento ser víctima cada abrir y cerrar de ojos.
Pero nunca me miran lo suficiente. Debe ser que no quieren.
Los modales de una niña bien educada siempre fueron mantenerse calladita.
Yo lo aprendí bien, pero mis leucocitos y mis mitocondrias no. Se están enfermando.
Debí elegir ser tonta. Habría sido más valiente.
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